La explotación de las ferrerías
debió de ser tan intensa e importante en el bajo medievo que estos territorios
del sur del alfoz de Ávila recibían el nombre de las Ferrerías de Ávila. Dos de
los núcleos de población de la zona en sus topónimos registraban dicho
sobrenombre: Arenas de la Ferrerías y Colmenar de las Ferrerías (hoy Mombeltrán).
Los numerosos escoriales localizados en toda la comarca del Tiétar dan fe de la
relevancia de las ferrerías: en El Gorronal
de los de Poyales, en Candeleda, en Arenas,
en Lanzahíta, en Piedralaves, etc.
El hierro de estas tierras del sur
de Gredos está relacionado, principalmente, con la presencia de un gran bloque de calizas
paleozoicas, que apenas aflora en la superficie al estar cubierto por otros
materiales graníticos y sedimentarios. Su umbral exterior más extenso se
corresponde con el área de La Tablada-Los Llanos, en Arenas. Una reducida parte
de las entrañas de estas calizas, las Cuevas del Águila, es la más conocida,
visitada y admirada por sus atractivas y sugerentes estalactitas y
estalagmitas.
En estos terrenos de suelos de arrebol,
el mineral de hierro se extraía en diversos puntos en veneros a cielo abierto
para después transformarlo en metal de hierro en las ferrerías, ubicadas en
lugares próximos a los criaderos de extracción, en espacios donde además abundasen
la madera de robles y encinas y la vegetación arbustiva de brezos y jaras que
permitieran realizar carbón vegetal, con un alto poder calorífico, para alimentar
los hornos de fundición; y también exigían
la presencia de cursos de agua permanentes que moviesen los ingenios
hidráulicos anexos.
Una
ferrería de esta época contaba al menos con un horno bajo donde se colocaban capas
alternas de mineral y de carbón vegetal que actuaba de fundente. A esta masa se
le inyectaba aire procedente de grandes fuelles de cuero o pistones hasta que
alcanzase una temperatura entre 800 y
1.200º C, que era mantenida durante
varios días. Después, fuera del horno,
se separaba la escoria y el hierro con un martillo o mazo hidráulico que golpeaba,
a su vez, sobre un gran yunque. Una vez
obtenido el hierro en la forja o herrería se procedía a elaborar los útiles o productos
manufacturados del hierro.
Para
la operatividad del fuelle y del martillo o mazo se construye una infraestructura
hidráulica que constaba de un azud y/o toma de agua abierta en el curso de un
río principal, de un canal de alimentación, de un depósito o pequeña balsa y de
un canal de desagüe. El agua desde el
depósito o alberca cae por una fuerte
rampa sobre las ruedas hidráulicas que accionan el mazo y el fuelle de soplado.
La infraestructura hidráulica y la tecnología de las ferrerías serían pues similares
a las diseñadas en los numerosos molinos harineros localizados a orillas de
nuestros ríos.
La documentación sobre la
explotación de las ferrerías del Tiétar es poco abundante y escueta. El
profesor Ángel Barrios, el gran estudioso del medievo abulense, apunta que en el
sitio de Los Llanos, en Arenas, el cabildo abulense era titular en 1303 de una
fundición: “una rrueda de fondir fierro; (…) con I par de pellejos e su tablado”.[2]
Durante parte del siglo XV el hierro
del Tiétar surtía a Castilla y en especial a la demanda manufacturera para la
fabricación de armas en Toledo, pero entró en fuerte competencia, sobre todo desde
mediados de dicho siglo y centuria siguiente, con el producido en Vascongadas
por su mejor calidad y por la puesta en marcha de un nuevo procedimiento de
fundición del hierro: el sistema de fundición del alto horno, que permitía
obtener hierro líquido que era vaciado en moldes y después derretido para
convertirlo en un hierro más blando.
Ya desde el s. XVI la explotación de
hierro en estas tierras parece ser testimonial y si acaso abastecería a algunas
herrerías locales, a juzgar por la falta de referencias documentales en
relación a las ferrerías.
Mª Lourdes Garro García
[1]
TEJERO ROBLEDO, E: “Emergencia del Valle del Tiétar a fines del siglo XIV: Política de Ruy López Dávalos en
su carta de villazgo” (Pp. 26-27) en la
obra de CHAVARRIA, J. A y GONZÁLEZ, J.
M. (Coord.): “Villas y villazgos en el Vallle del Tiétar abulense”. Ed. SEVAT.
Madrid, 2000.
[2]
BARRIOS GARCÍA, A: “Repoblación y colonización” (Pp. 298-299); en BARRIOS
GARCÍA, A (Coord.): “Historia de Ávila. Edad Media (siglo VIII-XIII)”. Ed.
Institución Gran Duque de Alba y Caja Ávila. Ávila, 2000.
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