domingo, 10 de junio de 2012
El Everest: la atracción por coronar su cima
La peligrosa masificación de la montaña más alta del mundo.
martes, 10 de abril de 2012
domingo, 1 de abril de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
LOS COMIENZOS DE LA GUERRA DE
LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA (1808)
LOS INICIOS DE
LA GUERRA.
Con la llegada de Napoleón Bonaparte al
gobierno de Francia, España se convierte en gran potencia aliada favorecida por
las ambiciones de Manuel Godoy, el privado y primer ministro del rey español
Carlos IV. La mayor potencia enemiga de Francia es Gran Bretaña, que tiene como
aliado a nuestro vecino Portugal.
Es este contexto donde la alianza
franco-española desembocará en varios conflictos bélicos donde destacaron la
Guerra de las Naranjas (1801) contra Portugal y la guerra franco-británica que
comenzará en 1803 y donde, en sus inicios, debemos resaltar el estrepitoso
fracaso de las flotas francesa y española en Trafalgar (1805,) cuyo supremo
objetivo era la invasión de la Gran Bretaña.
Con posterioridad a Trafalgar, Napoleón
decreta el bloqueo continental prohibiendo el comercio de los puertos europeos
con Gran Bretaña bajo la amenaza de la confiscación de mercancías y del
proceder a su ocupación. La firma del Tratado de Fontainebleau (1807) con
España autorizaba al ejército francés a atravesar la Península para invadir
Portugal, el colaborador británico, que
una vez conquistado, sería dividido en tres zonas: una bajo control de Francia,
otra asignada a Godoy (Alentejo-Algarve) y la otra (Entre-Duero y Miño) para el
gobierno de los destituidos reyes de Etruria, la reina es una hija del rey
Carlos IV.
A comienzos de 1808 las tropas francesas
invaden la Península, sin encontrar resistencia, ocupando plazas importantes
como Pamplona o Barcelona, sin que hubiese una respuesta militar española,
máxime cuando el rey Carlos IV proclama el 16 de marzo que las intenciones de
los franceses son pacíficas, aunque el rey está preparando con sigilo su salida
hacia América.
Un día después de la nota real se
produce el motín de Aranjuez, una sublevación popular que lleva a la
destitución de Godoy y que culmina con la abdicación de Carlos IV en su hijo,
en Fernando VII (19 de marzo). Cinco
días después las tropas francesas entran en Madrid. El lugarteniente en España
del emperador francés es el general Murat, que luego sería nombrado rey de
Nápoles por Napoleón.
Así, junto al estado de preguerra, se ha
abierto una crisis dinástica que lleva a padre e hijo a enfrentarse
veladamente: el primero busca recuperar la Corona y el segundo ser legitimado
en su Trono, convirtiendo a Napoleón en el árbitro de la disputa.
Napoleón consigue que los reyes padres
se encaminen hacia territorio francés, hacia Bayona, y de igual modo convencerá
a Fernando VII para que también se aproxime hacia la frontera y después se
adentre en espacio francés para poderse entrevistar y ser reconocido como rey
de España. En este viaje camino de Francia Fernando VII será aclamado con
alboroto y regocijo en los pueblos de su trayecto.
Una vez en Francia se producen las
abdicaciones de Bayona con el destronamiento de los Borbones de España.
Fernando VII es obligado, mediante amenaza de muerte, a abdicar en su padre (5
de mayo), pero el día anterior su padre, Carlos IV, había renunciado a la
Corona en favor de Napoleón. Más tarde Napoleón cederá el Trono de España a uno
de sus hermanos, a José I Bonaparte.
Antes de partir hacia Francia, Fernando
VII estableció una Junta Suprema de Gobierno que se encargaría de gobernar el
reino en su ausencia y que presidía D. Antonio de Borbón (su tío, el hijo del
Infante D. Luis de Borbón, el que edificara el palacio de la Mosquera en Arenas).
La inquina del pueblo español ante los
franceses, que extendían su presencia en el territorio, se fue incrementando,
pero a la vez no había respuesta hostil por parte de las máximas autoridades
nacionales que claudican ante los invasores. La reacción más contundente se
produce con la sublevación del pueblo de Madrid el 2 de mayo, al enfrentarse a
las tropas francesas para evitar que los restantes miembros de la familia real
sean llevados a Francia. Horas después se produce la primera declaración de guerra
a los franceses firmada por los alcaldes de Móstoles. Los enfrentamientos
iniciados en Madrid se generalizaron por el resto de territorios y comienzan,
también, los alzamientos populares en los territorios no ocupados por los
franceses.
En las provincias y en algunas comarcas,
ante la falta de respuestas de las autoridades e impulsadas por la acción
popular, se constituyen Juntas, como
órganos de gobierno y defensa contra los
enemigos de la monarquía borbónica, contra los franceses y sus partidarios, los
afrancesados. Desde mediados de julio se extiende la idea de que es necesario
crear una Junta Suprema que aglutine y coordine a todas la Juntas Provinciales
y forme un gobierno único, más cuando el ejército francés ha recibido la
primera gran derrota en Bailén. La Junta Central Suprema y Gubernativa del
Reino queda constituida el 25 de septiembre de 1808, presidida por el veterano
Floridablanca, sobre la que recae la autoridad gubernativa de la monarquía de
Fernando VII frente al ejército de ocupación francés, refrendada su legitimidad
por la aquiescencia del pueblo ante el vacío de poder producido.
LA JUNTA DE
TOLEDO.
Desde mediados del s. XVIII los
territorios peninsulares de España han sido divididos en provincias. Arenas y sus tierras (Poyales del Hoyo, El
Arenal, El Hornillo y Guisando), dependientes del señorío jurisdiccional de la
Casa del Infantado, tras esta división
provincial quedan adscritos a la provincia de Toledo y al partido judicial de
Talavera de la Reina, junto con algunas otras poblaciones del Valle del Tiétar
abulense.
Una vez constituida la Junta de Gobierno
de Toledo, una vez iniciada la Guerra de la Independencia, una de sus primeras
actuaciones es la de mandar que se elabore un padrón para cuantificar cuantos
hombres podrían participar en la formación de un ejército que hiciese frente a
los franceses. Para ello se sigue un reglamento militar redactado en el siglo
anterior donde se indicaba que podrían ser llamados a filas aquellos hombres
con edades comprendidas entre los 16 y 40 años que alcanzasen la talla mínima
exigible y no contasen con ningún impedimento físico.
Estos requerimientos para la elaboración
de los padrones son enviados a todos los municipios y aldeas de la provincia
para que, en menos de cinco días desde el plazo de recepción de la orden, los
padrones fuesen remitidos a la Junta de Toledo.
Otra de las misiones importantes de la
Junta consistía en catalogar y recabar los recursos económicos necesarios para
equipar al ejército y mantener la maquinaria administrativa.
En el caso de nuestra zona administrativa se
constituyeron en este período la Junta Provincial de Toledo y la Junta de
Talavera de la Reina, ésta última como órgano administrativo comarcal (esto está
recogido en el documento del alistamiento transcrito de Poyales del Hoyo, véase la edición del "Almanaque de 2012").
La Junta Superior de Toledo organizó un
regimiento de caballería, “Cazadores Imperiales del Sagrario de Toledo”, y dos
regimientos de infantería, ”Imperiales de Toledo” y ” Leales de Fernando VII”.
viernes, 6 de enero de 2012
LA EXPLOTACIÓN DE LAS FERRERÍAS EN EL VALLE DEL TIÉTAR
La explotación de las ferrerías
debió de ser tan intensa e importante en el bajo medievo que estos territorios
del sur del alfoz de Ávila recibían el nombre de las Ferrerías de Ávila. Dos de
los núcleos de población de la zona en sus topónimos registraban dicho
sobrenombre: Arenas de la Ferrerías y Colmenar de las Ferrerías (hoy Mombeltrán).
Los numerosos escoriales localizados en toda la comarca del Tiétar dan fe de la
relevancia de las ferrerías: en El Gorronal
de los de Poyales, en Candeleda, en Arenas,
en Lanzahíta, en Piedralaves, etc.
El hierro de estas tierras del sur
de Gredos está relacionado, principalmente, con la presencia de un gran bloque de calizas
paleozoicas, que apenas aflora en la superficie al estar cubierto por otros
materiales graníticos y sedimentarios. Su umbral exterior más extenso se
corresponde con el área de La Tablada-Los Llanos, en Arenas. Una reducida parte
de las entrañas de estas calizas, las Cuevas del Águila, es la más conocida,
visitada y admirada por sus atractivas y sugerentes estalactitas y
estalagmitas.
En estos terrenos de suelos de arrebol,
el mineral de hierro se extraía en diversos puntos en veneros a cielo abierto
para después transformarlo en metal de hierro en las ferrerías, ubicadas en
lugares próximos a los criaderos de extracción, en espacios donde además abundasen
la madera de robles y encinas y la vegetación arbustiva de brezos y jaras que
permitieran realizar carbón vegetal, con un alto poder calorífico, para alimentar
los hornos de fundición; y también exigían
la presencia de cursos de agua permanentes que moviesen los ingenios
hidráulicos anexos.
Una
ferrería de esta época contaba al menos con un horno bajo donde se colocaban capas
alternas de mineral y de carbón vegetal que actuaba de fundente. A esta masa se
le inyectaba aire procedente de grandes fuelles de cuero o pistones hasta que
alcanzase una temperatura entre 800 y
1.200º C, que era mantenida durante
varios días. Después, fuera del horno,
se separaba la escoria y el hierro con un martillo o mazo hidráulico que golpeaba,
a su vez, sobre un gran yunque. Una vez
obtenido el hierro en la forja o herrería se procedía a elaborar los útiles o productos
manufacturados del hierro.
Para
la operatividad del fuelle y del martillo o mazo se construye una infraestructura
hidráulica que constaba de un azud y/o toma de agua abierta en el curso de un
río principal, de un canal de alimentación, de un depósito o pequeña balsa y de
un canal de desagüe. El agua desde el
depósito o alberca cae por una fuerte
rampa sobre las ruedas hidráulicas que accionan el mazo y el fuelle de soplado.
La infraestructura hidráulica y la tecnología de las ferrerías serían pues similares
a las diseñadas en los numerosos molinos harineros localizados a orillas de
nuestros ríos.
La documentación sobre la
explotación de las ferrerías del Tiétar es poco abundante y escueta. El
profesor Ángel Barrios, el gran estudioso del medievo abulense, apunta que en el
sitio de Los Llanos, en Arenas, el cabildo abulense era titular en 1303 de una
fundición: “una rrueda de fondir fierro; (…) con I par de pellejos e su tablado”.[2]
Durante parte del siglo XV el hierro
del Tiétar surtía a Castilla y en especial a la demanda manufacturera para la
fabricación de armas en Toledo, pero entró en fuerte competencia, sobre todo desde
mediados de dicho siglo y centuria siguiente, con el producido en Vascongadas
por su mejor calidad y por la puesta en marcha de un nuevo procedimiento de
fundición del hierro: el sistema de fundición del alto horno, que permitía
obtener hierro líquido que era vaciado en moldes y después derretido para
convertirlo en un hierro más blando.
Ya desde el s. XVI la explotación de
hierro en estas tierras parece ser testimonial y si acaso abastecería a algunas
herrerías locales, a juzgar por la falta de referencias documentales en
relación a las ferrerías.
Mª Lourdes Garro García
[1]
TEJERO ROBLEDO, E: “Emergencia del Valle del Tiétar a fines del siglo XIV: Política de Ruy López Dávalos en
su carta de villazgo” (Pp. 26-27) en la
obra de CHAVARRIA, J. A y GONZÁLEZ, J.
M. (Coord.): “Villas y villazgos en el Vallle del Tiétar abulense”. Ed. SEVAT.
Madrid, 2000.
[2]
BARRIOS GARCÍA, A: “Repoblación y colonización” (Pp. 298-299); en BARRIOS
GARCÍA, A (Coord.): “Historia de Ávila. Edad Media (siglo VIII-XIII)”. Ed.
Institución Gran Duque de Alba y Caja Ávila. Ávila, 2000.
LAS TIERRAS DE GUISANDO: UN DERROCHE DE GENEROSIDAD DE LA MADRE NATURALEZA
En el manto verde del pinar se refugian juguetonas ardillas, águilas, azores, tejones, jinetas, garduñas, zorros, jabalíes, ciervos y, recientemente, algún corzo. Entre la flora destaca la belleza de la rosa del monte mediterráneo, la peonía, los escaramujos, los espinos albares, las madroñeras, las coscojas, los brezos blancos y rosas, las retamas, las jaras, lentiscos, durillos, torviscos, oréganos, tomillos, cantuesos, etc.
El verano es la época del disfrute del murmullo del agua de nuestros ríos, arroyos y manantiales. El río Pelayos y el río Cuevas o Ricuevas son las dos gargantas serranas que cruzan nuestras tierras de norte a sur. Sus aguas se deslizan bravías e impetuosas en las épocas de lluvias y sosegadas y tranquilas durante el estío, entre lanchares y bloques de granito y pizarra. Estas aguas cristalinas forman de cuando en vez espectaculares saltos, bien labradas bañeras o “marmitas de gigante” y profundos encajonamientos denominados “callejas”. Charcos y charcas, hacen las delicias del bañista y del espectador ávido de sosiego y tranquilidad que se deja embelesar por placenteras sensaciones. Disfrutaremos viendo surcar estas aguas transparentes, con fondos de verde esmeralda, a la trucha común y a la arco iris, y revolotear a las juguetonas y multicolores libélulas.
Las aguas del río Pelayos se represan en tres piscinas o “charcas naturales”: El Risquillo, en el mismo casco urbano, El Charco Verde, a un kilómetro aguas arriba de la población, junto al camping, y la de Vega Reina, en las inmediaciones del campamento José Manuel Martínez.
Un derroche de generosidad y belleza de la naturaleza que tenemos que seguir cuidando y admirando. ¡No te lo pierdas y disfrútalo!.
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