viernes, 6 de enero de 2012

LAS TIERRAS DE GUISANDO: UN DERROCHE DE GENEROSIDAD DE LA MADRE NATURALEZA

Las tierras de Guisando son hermosas y diversas, extendidas entre los 400 metros en las Gamellejas, en las cercanías del río Tiétar, y los 2.392 metros de altitud en el pico de La Mira, en pleno corazón del Macizo Central de Gredos, muestran paisajes diversos y cambiantes. Esta diversidad altimétrica y la abundancia de sus precipitaciones anuales, en un clima mediterráneo de inviernos suaves y veranos calurosos, hacen de sus paisajes y rincones una muestra heterogénea de ecosistemas diferentes que acogen una rica flora y fauna: desde los encinares, alcornocales y jarales del sur hasta los pastos y piornales de la alta montaña, pasando por una variada gama de espacios naturales y humanizados donde predominan los pinares y las tierras abancaladas para el cultivo de olivos, cerezos, higueras, castaños, nogales, manzanos, vides, etc, sin olvidar los robledales de rebollos y quejigos, los bosquetes de ribera en los que destacan alisos, sauces y fresnos, y los bosques de altura donde encontramos al perfumado enebro, a los coloristas serbales y a algún tejo. Una simbiosis casi perfecta entre las actuaciones del hombre y de la naturaleza. 
 El bosque de pinos resineros es el rey del nuestro paisaje, que convive, también, en los espacios más resguardados, altos y umbrosos con el pino albar y con algún escondido acebo. En el pinar destacan dos ejemplares de árboles emblemáticos: el “Pino Bartolo”, un albar con más de 500 años de antigüedad y el “Pino la Víbora", un resinero de más de 200 años.
 En el manto verde del pinar se refugian juguetonas ardillas, águilas, azores, tejones, jinetas, garduñas, zorros, jabalíes, ciervos y, recientemente, algún corzo. Entre la flora destaca la belleza de la rosa del monte mediterráneo, la peonía, los escaramujos, los espinos albares, las madroñeras, las coscojas, los brezos blancos y rosas, las retamas, las jaras, lentiscos, durillos, torviscos, oréganos, tomillos, cantuesos, etc. 
 Todo un embrujo de colores, olores y sensaciones que se acrecientan en la primavera, con el inicio de la floración: desde comienzos de marzo hasta entrado abril se visten de flores los árboles frutales como ciruelos, melocotoneros, perales, cerezos y manzanos y los más tempranos matorrales y pinos, que muestran a sus pies el hechizo de los diminutos narcisos silvestres o campanitas; en mayo nos embelesan los aromas del olivar y el azahar de los escasos naranjos y limoneros; junio es extraordinariamente sensual y embriagador, toda una borrachera de perfumes y cromatismos donde destacan los floridos piornales y escobares que deslumbran por sus amarillos y blancos, junto a los tonos morados del cantueso, los tomillos… y los castaños lucen su hermosa y espléndida flor, la candela. 

 El verano es la época del disfrute del murmullo del agua de nuestros ríos, arroyos y manantiales. El río Pelayos y el río Cuevas o Ricuevas son las dos gargantas serranas que cruzan nuestras tierras de norte a sur. Sus aguas se deslizan bravías e impetuosas en las épocas de lluvias y sosegadas y tranquilas durante el estío, entre lanchares y bloques de granito y pizarra. Estas aguas cristalinas forman de cuando en vez espectaculares saltos, bien labradas bañeras o “marmitas de gigante” y profundos encajonamientos denominados “callejas”. Charcos y charcas, hacen las delicias del bañista y del espectador ávido de sosiego y tranquilidad que se deja embelesar por placenteras sensaciones. Disfrutaremos viendo surcar estas aguas transparentes, con fondos de verde esmeralda, a la trucha común y a la arco iris, y revolotear a las juguetonas y multicolores libélulas. 
 Las aguas del río Pelayos se represan en tres piscinas o “charcas naturales”: El Risquillo, en el mismo casco urbano, El Charco Verde, a un kilómetro aguas arriba de la población, junto al camping, y la de Vega Reina, en las inmediaciones del campamento José Manuel Martínez. 
 El verano también es la época más propicia para disfrutar de la montaña y extasiarse mirando los nuevos horizontes y perspectivas que nos descubren las alturas. La sierra de Guisando es el Gredos más agreste y salvaje, en muchos casos desafiante e inaccesible y solo apta para los avezados alpinistas. Sorprenden la verticalidad de sus roquedos, en especial las paredes del Galayar y la majestuosidad de su risco más emblemático, el Torreón de los Galayos, que muestra altiva su figura de más de 250 metros de altitud, convertida hoy en símbolo de la Federación Española de Montañismo. No nos olvidaremos de la grandiosidad de los riscos de las cabezas del Covacho, de Arbillas y del Común, tantas veces plasmados en los lienzos de los grandes pintores de Gredos. Es recomendable no desviarse de los senderos señalizados y agudizar los sentidos para no dejar escapar ninguno de los atractivos que nos ofrece la serranía, entre ellos el poder observar a la reina de su fauna: la cabra montes. 
 El otoño es la estación más atractiva del año, todo un derroche cromático cuando los árboles se disponen a desnudar sus hojas y las cumbres nevadas muestran sus primeras “canas de nieve", a la vez que los atardeceres, que visionaremos desde las cimas y altozanos o desde los fondos del valle, despliegan su más exultante cromatismo: cubren el horizonte de un manto multicolor de arreboles, anaranjados, amarillos y una amplia gama de azules. ¡Que derroche de sensualidad!. Es la mejor época para disfrutar del monte y de sus encantos, entre ellos los paseos, la recolección de las últimas bayas y frutos silvestres (moras, madroños, endrinos…), el atractivo de sus hongos y setas (nízcalos, boletos, amanitas, parasoles…) y de espectáculos únicos: la etapa de celo de la cabra montés con las luchas entre machos que pelean con su impresionante testuz y del ciervo con su enigmática berrea. 
 Cierra el ciclo el atemperado y corto invierno, un remanso de paz y calma sorprendido por las crecidas de ríos y arroyos bravías, impetuosas… Y las nieves serranas y los días de lluvia invernales otorgan un clima de sosiego, tranquilidad y armonía que invitan a destapar la vivacidad de una primavera que se anuncia ya próxima y siempre madrugadora, presentando a finales de enero su mejor tarjeta de visita, los almendros y mimosas floridos.  
 Un derroche de generosidad y belleza de la naturaleza que tenemos que seguir cuidando y admirando. ¡No te lo pierdas y disfrútalo!.

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